Me despierto a las 6:30 con la primera alarma pero salgo de la cama a las 6:40 con la tercera, porque todos sabemos que si te pones una única alarma te levantas con ella y si te pones 8 te levantas con la octava. Ponte una. Eso y que hace un frío de cojones como para destaparse.
Me quito los brackets y los devuelvo al estuche. Mood de abuela nonagenaria que come papillas y caldos. Ya me duran 6 años sin romperse. Me han roto más veces el corazón.
Me preparo la cafetera mientras hago flexiones al fallo. Luego café al fallo. Cago, el café es el mejor laxante. ¿A ti también te pasa?
Me hago el desayuno, mi única comida del día. Cualquier humano potaría con las calorías que me tengo que meter y no son ni las ocho de la mañana. Ahora vendrá el que come como los pájaros 14 veces al día a decirme que no es sano. Son mis putos ritmos circadianos, cierra la boca.
Enchufo Spotify, que para eso soy suscriptor y accionista (suena a autofelación), con algún podcast en x1’5 porque en esta vida hay mucho que leer, escuchar y aprender y el tiempo es oro. Mis neuronas copulan con las sentencias de los invitados. Voy a comerme el mundo, después de revolucionar mi cuenta bancaria y de la tortilla con 3 huevos. Aún no llego al nivel de Luis Padrique. «Coño, ya me he fumado todos los episodios». Pues me pongo el álbum del Mora en bucle. Bienvenido al paraíso.
En el paraíso llueve, hay hielo en el techo de los coches y trabajas 9 horas por 12€ cada una. Si trabajas 14, hay descuento y la cobras a 11’5 porque la diferencia se la queda la Tax Authority. Sus muertos. Paraíso mis cojones. Ganas de hacerme anarcolibertario y dromedario. Que hay gente que se va a Irlanda a buscar una vida mejor. ¿Has estado en Irlanda? Ni quieres. Empieza mi fustigación diaria sobre España y lo que podríamos ser y conseguir si no fuéramos un país fallido secuestrado por parásitos. En 12 meses nos comemos a Silicon Valley. Elon Musk se compra casa en Moraira.
Ni las 8:30. Me meto en la cama para calentarme. O volver a dormirme y que le den por culo a todo. Abro WhatsApp. Leo y contesto. Instagram, no. Que sólo lo abro los domingos y todos los días son lunes.
«Tira a fregar platos, perro, que los sueños no se financian solos». Que ya voy, coño. Toca carne picada. Que me dé prisa, dice el notas que no tiene la ESO, lleva 12 años serrando chuletas y dice que los Spaniards sólo dormimos la siesta y colonizamos. Otro que se ha tragado la Leyenda Negra. Hace boxeo. Yo también quiero. Pagar por que te partan la cara suena bien. Dame aquí y espabílame. En el fondo no tan fondo somos chimpancés. Así que imposible discutirle. Las cosas o se hacen bien o se hacen rápido, aplicable al sexo o al cocido de tu abuela. Ganas de sacar el móvil, entrar en Ryanair y comprarme el primer vuelo de vuelta a casa.
No. No he leído a Séneca ni a Marco Aurelio en mi vida y ya me creo estoico. Lo cual me recuerda que debería empezar. Aguantar tontos a diario vale más que treinta coachings de mindfulness. Me estoy pasando con los anglicismos. «Tranqui, en poco vuelves a casa y serás más rico que la mayoría». Un café con amigos, un paseo por la playa o gritar una canción en el coche con tu novia de copiloto. Momentos que tú pasas por alto, pero que a mí me hacen feliz. Porque he estado en la mierda. Gordo, pálido y 5 meses sin pisar casa. Las pequeñas cosas son lo más grande.
Toca aguantar la chapa protocolaria diaria:
–Ya estamos en diciembre. ¿Cuándo te quitas el bigote?
–Cuando me salga de los cojones. Se queda.
Porque me queda bien y hace efecto velcro. ¿Algo que no me quede bien? Ir de sobrado, probablemente.
Fin de la jornada laboral. Otro día que no he renunciado. No me cabe en la cabeza. Pa’ casa, que hay que trabajar. El tiempo libre es para los conformistas. Y para los haters. Cuantos más creces, más tienes. Cuanto más famoso eres, más notificaciones insultándote.
Vuelve el Diógenes. A ver cuántos y qué libros que no voy a leer nunca me descargo hoy. Lo dijo Ajax, o Prok. Ni los he escuchado, ni los distingo. Depresión por falta de tiempo. «Si en el mundo hay estos libros, y mi esperanza de vida es de 83 años en el mejor de los casos, tengo que leer un libro cada 0’000000000000001 segundos para leerlos todos antes de morirme». Hostias, prefiero morirme ya antes que asimilar eso.
Bueno, saco a descongelar el entrecot para desayunar mañana antes de acostarme. Porque si no tienes ganas de comerte tres huevos y un lomo de salmón para desayunas es que no tienes hambre. Sigue con tu curasán, tu tostada y tus cereales y en 10 años el sustico con la colonoscopia porque han detectado que cagas sangre.
«¿Sobre qué escribiré esta semana?» Ni idea. Me pongo delante del ordenador y lo que salga. Igual mis hijos piensan que su padre era gilipollas o un genio. Con que piensen me conformo. Que tengan claro que aquí sólo sobrevive el que pone en juego la reputación de sus apellidos y su sangre. Escribir o correr una maratón. Porque la letra con sangre entra. Y sale.
A dormir.
PD1: La idea que ha engendrado este texto es este tuit. Si entras en los tuits citados, verás auténticas joyas como esta, esta, esta o esta.
PD2: Podría haberme metido a criticar la mierda de rutinas como la de la tía que pone en su calendario que de 7 a 8 se toma un café. Pero sobre eso, en futuros artículos.
Me recuerdas a un colega mío muy famoso en Tuiter. Te lo paso por Insta porque creo que te va a molar.
P.d.: deja de leer tuits de ortopédicas mentales como ésta o la de la semana pasada.
P.d.2: tienes un sueldazo.