Madrugar
Lo de hoy es poco profundo, que ha ganado el Madrid y me tengo que ir, que es el Día de la Madre, así que voy rápido, como Vini por la banda, que no lo puedes parar ni agarrándolo.
Llevo desde febrero intentando madrugar.
Madrugar mínimo para tener tres horas libres antes de que el ponecalles ponga las calles y antes de que a un grupo de WhatsApp de la cofradía de Semana Santa se le ocurre mandar gifs y fotos dándote los buenos días.
No ha habido manera.
300 alarmas, a las 5:00, 5:03, 5:07, y así hasta el infinito. Yo abría los ojos a las 8:20.
A tomar por culo, mañana perdida.
Decía Carlos Herrera, en antena todos los días desde las 6:00, que si no te levantas antes de las 7:30, mejor acuéstate otra vez porque has perdido el día.
A las 7:30 yo tengo que haberme repasado algo que tenga pendiente, haber partido la barra de dominadas y y mi estómago estar digiriendo unos huevos con bacon.
Y ya podemos empezar a hablar de productividad.
Esta semana: ha pasado.
El día del trabajador, el menos trabajador y más osezno hibernador del mundo ya había cumplido con sigo mismo.
Siempre me dije que la primera semana es la chunga, hasta que tu cuerpo pilla los ritmos.
–Tienes sueño. Apaga la alarma y sigue durmiendo.
–A callar hijo de puta, que nos vamos al gimnasio.
Esa semana ya ha pasado.
Después de 3 meses de fracasar todos los días antes de salir de la cama, soy como Vini, no hay quien me pare, ni agarrándome.
3 meses apagando alarmas y sintiendo la amargura del arrepentimiento.
Debería haberlo pillado antes, pero tú tienes unos planes, y la vida y Morfeo tienen otros.
Nunca sabes cuándo estás a un intento más de conseguirlo.