La vida de los planes
Ya nadie aplaude cuando aterriza un avión, ni cuando acaba una peli en el cine.
Esta vez sí. Aterrizábamos en Lanzarote y la gente tenía muchas ganas de ver volcanes, de bañarse en el Atlántico y de comer puntillas (a.ka. chopitos).
Yo tenía ganas de desconectar, si es que eso se puede hacer en estos tiempos tan heavys que nos está tocando vivir.
Cantar Éxitos 2000 España con mis amigos en el coche, echarle crema a mi novia, hacerle fotos y que me diga que no hago ni una bien, y que le den ganas de matricularme en un FP.
Los viajes se organizan mucho, se pasan rápido y se saborean después.
De la depresión que da volver a casa, me da un chungo en el avión.
Empieza a haber turbulencias. Mínimas, pero turbulencias.
Yo estoy sobando, pero mi estómago se ve que no.
Mi cuerpo decide congelarse y hervir dos veces en un periodo de menos de 10 segundos.
Estilo balneario. Primero piscina de hielo, luego sauna. Para equilibrar.
Yo pienso que me está dando algo y que allí me quedo.
No digo nada, no vaya a ser que no haya ningún médico en la sala.
–Vaya sitio para morirte, hijo, ya podrías haber elegido otro.
No le hago ni puto caso a mi alarma corporal y sigo durmiendo.
Me despierto cuando las ruedas tocan tierra. Me pesa la cabeza 20 kg más.
Se paran los motores, y ninguno de los 200 hijos de puta que van en el avión aplaude.
–Toy vivo.
Me asomo al pasillo y hay una mancha amarilla del tamaño de Ángela Rodríguez Pam. Parece que alguien lo lleva peor que yo.
O no. Porque yo poto en el coche. Bilis y agua, porque no llevo nada más encima, y mejoro notablemente.
Pienso si irme a mi casa, que hemos quedado para comer y luego hay un tardeo que pinta bien. Huele a verano.
Nada.
Mi novia me toma la tensión y se pregunta cómo puedo estar andando.
–Pues porque soy un máquina.
Me acuesto a dormir a las 12:00 hora de misa y me levanto a las 18:00 hora del primer gin tonic.
Me zampo una tostada con mucha sal para dejar de parecer Andrés Iniesta, me subo al coche y llego al tardeo, donde sólo quedan los últimos coletazos de una tropa que mañana no se acordará de nada.
Me dicen que vaya tela, ¿no? Que lo de estar malo es una excusa y que eso es culpa del Perro Sanxe, del degradado y del ayuno intermitente.
No hay nada que me apetezca más que una olla de lentejas a las 7 de la mañana antes de subirme a un avión.
Digo que a tomar por culo, que este finde no hay vómito mental.
Yo pensaba volver a tope de power, desconectado y con ganas de lo que viene, pero vuelvo descompuesto.
Yo tenía unos planes, y la vida tenía otros para mí.
Me los retrasa, pero no me los destruye.
Que te peten, Vida.
El protagonista sufre, y lo que le queda, pero, por lo menos, final feliz.
Así que me toca aplaudir.