La cara no se entrena
No sé qué cara poner con las sorpresas ni en los reencuentros.
Tampoco sé qué cara poner en las cenas familiares.
Si estás serio, que no es lo mismo que ser infeliz, te pasa algo; si estás eufórico, te has ido de tardeo y has vuelto piruleta. La atracción de la noche eres tú, más infantil e hiperactivo que el crío de 5 años que pone la oreja para escuchar pisadas, timbres o el tintineo de un cascabel.
No sé si te ha pasado alguna vez tener que reaccionar de una determinada manera para que quede bien en Instagram. O delante de tu familia. Me da que sí.
No sé si te ha pasado que te pidan hablar en inglés en la mesa para que tu abuela vea lo que has aprendido. Claro, ahora soy un mono con platillos. 20€ copa + espectáculo.
No sé si te ha pasado que prefieres mirar la pared a participar de la conversación que por salud mental intentas evitar cerrando redes sociales, periódicos y la televisión. Que si España es Venezuela, que si hay un nuevo impuesto por lavarte los dientes o que los pasos de cebra van a ser de pago.
Tampoco sé si te ha pasado que, cuando no regalas chistes y bromas como si te tuvieras que reencarnar en Joaquín el del Betis, es que te ha pasado algo con la novia o estás pensando en las musarañas. Perdona por no ser el Jimmy Hendrix de la pandereta.
Por suerte o por desgracia, la cara no la puedo entrenar.
Tampoco puedo entrenar las reacciones. Ni al abrir un regalo ni cuando me cantan cumpleaños feliz.
Hace poco me recogió mi novia por última vez en el aeropuerto, porque no habrá otra despedida:
–¿Qué te pasa que estás tan serio?
–Messi ganó el Mundial y descansó. Yo he vuelto a casa y necesito unos días para asimilarlo. Estoy tan contento que no sé.
–Yo sé que no te vas a ir más pero sigo teniendo un nudo en el estómago, porque no me lo creo.
Lo de Messi no lo dije, que igual me caía una hostia. Pero Scaloni ni se inmutó hasta pasado un rato después del penalti de Montiel. Un leve intento de sonrisa. Lo mismo le pasó a del Bosque con el gol de Iniesta. Los tipos tranquilos con horchata en las venas lo saboreamos mejor. O eso me creo.
No sé si te ha pasado que te sientes obligado a estar contento todo el tiempo.
Que no quiero, coño.
No me apetece.
Y eso está bien.
Que si la felicidad fuera permanente, los psicólogos serían funcionarios, la ginebra sería choleck y la vida no tendría ni puta gracia.
PD: Lo de Scaloni.