Conocí a un chaval que con 7 años se rompió el cuádriceps dando patadas a un balón.
No era ni bueno ni malo, sólo mejor que todos los demás, pero le cayó la china.
Pasó por 40 fisioterapeutas, a ver qué engendro de la musculatura se había metido entre su rodilla y su huevo derecho, el cual le impedía andar con normalidad y patear un balón Molten de 20kg en un campo de tierra.
El último fisio le dijo que era una rotura de fibras, algo totalmente normal, y que tenía que estar sin jugar dos semanas.
Dos putas semanas para un niño que lo único que quiere es jugar es infernal.
Se lo dices ahora y le haces un rey. Puedes ir al gimnasio, a boxear o en bici. Díselo a un crío de 7 años que juega en el patio a fútbol, que ve un Petit Suisse vacío y juega a fútbol, que ve la cabeza de su hermana un limón en el suelo y juega a fútbol.
Gracias a Dios no se quedó cojo.
La última conversación con el fisio fue así:
–Tenemos dos opciones: o te escayolamos la pierna y te toca ir en muletas para que no toques un balón o me prometes que no vas a jugar en dos semanas.
Se lo prometió, pero le falló al fisio y a sí mismo.
Era la vida diciéndole que no, que se olvidara de lo de ser futbolista. Y él asintiendo con la cabeza.
Como no podía ser un vegetal, se pasó a baloncesto.
El primer año era más malo que eutanasiar a tu abuelo. El segundo, ya entraban limpios los triples. A partir del tercero, no era ni bueno ni malo, sólo mejor que los demás.
Y justo en ese momento…
Saltó hacia atrás para interceptar un pase y se cayó al suelo de espaldas.
Se ve que el parqué no era lo suficientemente cómodo, porque apoyó su espalda sobre su brazo izquierdo, y se partió el radio.
El brazo parecía la espalda de una influmierder en la foto que sube en el vestuario del gimnasio. Ese nivel de arqueo.
Se escaqueó de hacer deberes durante los siguientes dos meses, porque coló que no podía escribir con la izquierda (era diestro), pero sólo era la vida otra diciéndole que no, que lo del baloncesto se lo fuera quitando de la cabeza.
Luego volvió al fútbol, pero es imposible llegar lejos empezando algún deporte con 15 años, porque fue empezar de cero. Se le había olvidado hasta correr.
En unos cuatro años mejoró mucho, hasta el punto de no ser ni bueno ni malo, sólo mejor que los demás.
Y eso fue hasta que maduró y se le quitaron las ganas de que un gordo de un pueblucho de Valencia en paro con 4 hijos le diera de palos un sábado por la tarde.
Tenía mejores cosas que hacer.
–¿Para qué ser jugador de un equipo si te puedes comprar un equipo? –decía el tío cuando alguien intentaba convencerlo de que no lo dejara.
Ese mismo chaval, la primera vez que iba a quedar con su novia, le dio una migraña potente y no quedaron.
De lo poco que escuchaba por la inutilidad de su cerebro, apreció a alguien diciéndole:
–Se va a creer que pasas de ella. A ti te mando migrañas y a ella 5 tiarrones tirándole por MD. En una semana se ha olvidado de ti.
Quedaron para la semana siguiente y, ¿adivina qué?
Le dio una migraña.
A ver, puede que fuera porque le dan miedo las mujeres, pero habría sido muy raro. La gente corriente se traba o le da un gatillazo. A él le dan migrañas. Y por la megafonía de su subconsciente sonó algo:
–A la tercera vuelve con el ex. Jajajajaja, me voy a descoronar cuando eso pase.
A la semana siguiente quedaron… y hasta hoy. Desde entonces duerme con tapones y no escucha nada.
Hace un año, un chaval llamado Manuel, uña y carne de aquel chaval, preparaba unas pruebas físicas.
Un año y pico entrenando.
Entre ese año y pico, iba con el menisco reventado y se lo terminó de reventar haciendo series de velocidad.
Pasó por quirófano casi un año antes de las pruebas.
Le sonaba el politono por el walkie:
–Se presentan 3.000 tíos a las pruebas. Tú nos sobras.
Unos 3 o 4 meses antes de las pruebas, ya entrenando sin problemas de nuevo, le pilló una infección intestinal y se pasó otras dos semanas en el hospital.
Dejó de entrenar, casi de comer y perdió 10 kg. Era el Viktor Frankl de las oposiciones.
Recibió un SMS en el walkie estando en la cama postrado:
–De esta no sales, crack. Las pruebas son en 3 o 4 meses y empiezas de cero otra vez.
Pues 4 meses después, apareció por la pista de las pruebas un tío con un menisco y medio y un intestino defectuoso corriendo como Dash, el hijo de Mr. Increíble, pero en moreno.
De repente, el walkie se apagó. Le había cambiado hace nada las pilas, pero murió justo cuando los examinadores pararon el crono, o eso ha dicho la autopsia.
Hace año y medio:
Me puse a buscar locales para montarme algo y en la mayoría pedían burradas, así que llamé a uno que sólo estaba a la venta.
–¿Me lo alquilas? Venga, alquílamelo. Vengavengavengavengavenga.
–No.
(Era la vida otra vez diciéndome que mejor me quedara en la oficina, que quién me creía yo)
–…
–Bueno, vale, pero con opción a compra.
Empecé la reforma. Me río yo de Jesucristo en el Monte Calvario.
Que si estos materiales no se pueden poner, que si hay que respetar la estructura del local, que si una semana antes de abrir, cuando ya está todo listo, Iberdrola me pide un boletín eléctrico nuevo.
Abrí en noviembre cuando estaba previsto hacerlo en abril. Un verano menos.
–Tú vas a abrir en invierno y vas a estar 5 meses comiéndote los mocos con una mano y con la otra echando croquetas al aceite hirviendo.
Lo escuché cuando la vida me lo dijo. Me lo susurró y casi necesito un sonotone, pero lo escuché.
La vida y la burocracia española me dijeron al menos 5 veces que no, que yo ahí no iba a abrir una puta mierda.
También me dijo que no cuando la comercializadora eléctrica me bajara la potencia a 2 kilovatios, cuando yo necesito mínimo 10, y me saltaban los plomos cuando encendía la freidora.
–Pssssst, chaval, ¿te acuerdas de mí? Tú aquí no vas a hacer nada.
Ha estado 3 meses seguidos a mi lado, diciéndome que no, niñato, que esto es como el fútbol y el baloncesto, tirarás la toalla porque no puedes ganarme. Te tiraré cemento encima si hace falta.
Incluso me ha vuelto a decir que no este fin de semana.
–Llevas toda la semana esperando el finde y el sol. Pues para ti tengo viento, frío y lluvia. Pues no te queda que pasar.
El chaval con el cuádriceps reventado soy yo, y aún sigo escuchando una vocecita que me susurra:
–Te gané.
Y la vuelvo a escuchar cuando, después de un mes preparándome el maratón, se ríe de mí porque tengo un dolor aberrante en el abductor.
Me tengo que parar a estirar, correr 50 metros y volver a pararme a estirar hasta que dejo de cojear. Así, hasta 6 veces.
Cuando paro el crono y he llegado a la meta, se calla.
La chica que no mandó a la mierda al tío que la había plantado dos veces es mi novia, será mi mujer y madre de mis hijos, porque aguantó las migrañas absurdas de un petardo y está aguantando lo que no está escrito.
Manuel es mi mejor amigo y todavía no sabemos cómo pasó las pruebas a la primera sin rodilla y con la clara desventaja de haber perdido todo el progreso de un año teniendo que recuperarlo en menos de 6 meses.
Bueno, sí que lo sabemos.
En la batalla contra el no gana el que se da más oportunidades.
La voz al final se calla, sólo hay que ser más pesado que ella.
PD: No necesitas frases grandilocuentes ni tazas tuneadas ni pósits motivacionales. Tu mejor inspiración está en la gente que te rodea.
Luis Aragonés le decía a nuestros chavales en la Eurocopa: “Esto es de listos”. Pues yo creo que esto va de ver quién tiene más aguante.
Yo hago esto por mis cojones.
Aquí gana el que tiene las pelotas de aguantar. Y no hay otra.