Hotel de -1 estrella
Bajamos del Ouigo, el Ryanair de los trenes.
Cubatas a 15€, refresco a parte, zumos y cañas a 5€ y cafés a 3€.
Trenes low cost, merecen la pena si eres maceta o eres el que se llena la mochila con cruasanes del buffet libre del hotel.
Rodilla con rodilla con el de enfrente, he ido más cómodo en un coche de choque.
Al hotel, corre, que el Madrid se la juega contra el City y Vini Baló d’Or, que diría el Pep, y hay que animar, darle una calada a una bengala y abrazar a un Ultra Sur afiliado a España 2000.
Si mis progenitores lo hubieran previsto, me habría llevado a un cole privado.
La fachada del hotel parece una iglesia evangélica. La luz exterior no pasa, los sacrificios de niños y unicornios pasan desapercibidos.
Un ucraniano en la puerta nos dice que está abierto, que estamos en nuestra casa.
Entramos.
Una señora de Colombia capital Bogotá nos recibe en un pupitre donde sólo hay una libreta y un bolígrafo.
La reserva no está a mi nombre, pero esta tía dice que sí.
Coge los 4 DNIs y les echa una foto, porque ahí todo legal, y yo pensando en que quizá un día cualquier peruano de capital Lima se hace pasar por mí.
Uno de nosotros espera la nota del examen de las opos de la Poli.
Cuando el ucraniano escucha policía, le tiemblan las piernas y se le pone la cara como vaso de bebida para mojar fartons.
Igual lo legal ya tal.
La recepcionista nos comenta que no estamos solos, pero vamos juntos.
¿Cómo? Hemos reservado una habitación para 4 personas.
No, amigos, aquí sólo tenemos habitaciones de 16 personas, nos dice.
No sabemos qué pollas hemos reservado. Si va a ser una pocilga, quiero bacon para desayunar.
Pues eso. Gente durmiendo a las cinco de la tarde en 16 literas, y una habitación de otras 14 dentro de la habitación de 12.
Se comparte el baño y la ducha, donde cuelgan toallas y calzoncillos secándose. Estoy a punto de cogerlo de recuerdo.
Como Alicia en el País de las Maravillas.
Allí hospedado estaba la plantilla completa de Glovo y nosotros.
Por 10€ qué quieres.
Va a dejar allí las cosas Gustavo Jefferson, porque nosotros no.
Nos las llevamos a casa de un colega y chimpún.
Vemos el partido en un VIPs con Luis, el encargado, que se caga en la madre de todo el que se pone delante de la tele y no nos deja ver la magic.
Grande Luis.
Antes habíamos visto a Toniemcee que todavía no sé quién es, a mis colegas los entrevista la Ser y yo me cruzo con El Juli.
Vini no marca hat-trick.
SAD. Habrá que saquear a los piratas en su triste tierra.
Volvemos a nuestra base militar.
Está todo el mundo el vestíbulo cargando el móvil y armando jaleo.
Verás que aún nos volvemos con el riñón en la mano.
–Toma, mamá, un souvenir de lo que es Madrid.
Huele más a pies que antes, hay dos tíos roncando, la peña entra y sale enfocándote con la linterna a la cara y yo en calzoncillos me siento en videoclip de Miley Cyrus.
Me pongo la mochila en los pies, el que la toque se traga mi dedo gordo.
No sé ni dónde dejar el móvil.
Al que ronca le meto patadas en la almohada, no funciona.
Viene mi vecina de abajo, estoy incorporado porque no puedo dormir, me enfoca con la pantalla del móvil, se acojona y pega un grito.
Venga hombre, señorita, seguro que has visto cosas peores que a mí el calzoncillos.
Que sean las 7:30 cuanto antes.
Suena la alarma y en 2 minutos estoy vestido y en la calle.
Reflexiono que a mí me ha tocado esto una noche, pero los demás viven allí.
Fui inmigrante en Irlanda y a muchos les tocó lo mismo.
A mí, por espabilado o suertudo, o una mezcla de las dos, pues no me tocó eso.
Bañito de humildad y para casa, que en mi cama se está muy a gusto.
Volvemos a casa un miércoles por la mañana casi sin dormir, nos abrazamos y pensamos que, joder, qué suerte tenemos.