Herederos de
En uno de los podcast más famosos del momento, el presentador comentaba el caso de un alumno que estaba hecho una mierda.
Su familia tenía una cadena de hoteles en las Baleares, y con eso ya te imaginas lo demás: dinero para enterrarnos a ti y a mí, una vida cómoda y nada de lo que preocuparse.
Al chaval sólo le dijeron una cosa:
–Estudia para mantener lo que ya tenemos. Con que no lo pierdas, habrás cumplido.
Ese adolescente nació con un pan bajo el brazo, o millones de panes, y valora poco lo que tiene, hasta el punto de tener ansiedad y depresión porque, claro, lo que tiene, ¿lo merece?
¿A qué sabe heredar un imperio que tú no has construido?
A nada.
Las mayores fortunas del mundo fueron creadas desde 0, una parte de ellas fueron heredadas y acrecentadas, y otra parte más pequeña aún fueron completamente heredadas.
Este chaval, en una sesión grupal, explicaba que no podía soportar el hecho de que la gente lo viera como el hijo de papá que había heredado una cadena hotelera sin esfuerzo ninguno. Pero peor aún era la sensación de tenerlo todo sin haber hecho nada, sin haber disfrutado ni sufrido el camino, sin la sensación de haber construido algo propio de la nada, ni haber sufrido en sus carnes lo que cuesta engendrar un negocio, o que se muera antes de nacer, darle forma, mejorarlo, tener dos trabajos para financiarlo y meterle gasolina y no tener absolutamente ninguna vida porque lo de despejarse los fines de semana es de funcionarios.
–Herederos de, si me escucháis, os entiendo.
Tu familia tiene una empresa, sea un hotel, una frutería o el puto Mercadona y al resto del mundo le explota la cabeza si buscas tu propio camino.
Cuando trabajaba de camarero en un hotel, en un restaurante y cortando pollo y fregando platos en una carnicería en Irlanda, la frase más repetida era:
–Y de lo tuyo, ¿cuándo?
Ser millenial y tener estudios en 2023 es un lastre más que un valor. Tus padres salían de estudiar económicas, entraban a currar en un banco con 24 años y se tiraban allí otros 35 hasta la prejubilación.
Envidio al nini, al que se fue a la vendimia con 16 años y al ermitaño que va de hostal en hostal por todo el mundo. No tendrán diplomas, ni habrán sido RRPP en las discotecas de la ciudad, pero, si lo han hecho bien, tienen más pasta, más experiencia y más aptitudes que yo, que he estado mamando libros de texto 6 años para luego vomitarlos.
Ese nini y el que no tiene nada que heredar harán lo que les apetezca sin ser juzgados, porque no tienen un diploma al que atarse.
El boomer no entiende que ahora el que estudia ADE tiene más posibilidades en el McDonald’s que en Baker & McKenzie. Al menos cuando llega su hora, se puede ir a casa. Hace hamburguesas y no análisis financieros, pero llega a su casa cuando sus hijos todavía están despiertos.
Tampoco entiende que un hijo al cobijo de la protección de sus padres es un hijo inerte, depresivo y, en realidad, desprotegido.
Todo le fue dado. Como lo pierda, no sabrá cómo recuperarlo ni cómo construir aquello que no supo manejar.
No quiero el dinero de mis padres ni de nadie, quiero ganar el mío.
No quiero heredar nada. ¿Me independizo y formo una familia con 45 años cuando ellos se jubilen? Quiero comprarme una casa en el campo y traerte 7 nietos para que los últimos años de tu vida sean los mejores.
Quiero ser el mejor marido y padre del mundo con el six-pack.
Si hay que repartir comida en una moto, trocear pollos o enharinar gambas, la historia será más épica aún.
Lo que para ti es una vergüenza para mí es lo que hay que hacer.
Y esa sensación, amigo lector, esa sensación no se paga con dinero.
PD1: Si estás en la situación del chaval de los hoteles y te quieres desahogar o tienes una opinión diferente, te leo.
PD2: Si no estás en esa situación y también quieres desahogarte o decirme algo, pues también te leo.
PD3: Si de aquí a 20 años heredo algo, pues de puta madre, no te voy a decir lo contrario. Pero que esa sea tu principal ilusión en la vida, no me parece loable.