El día que perdí una oportunidad de 9 BILLONES de dólares
Y cómo espabilar para que no te pase a ti.
En 1945, Sam Walton, compró una tienda de Ben Franklin Stores, una franquicia de grandes almacenes, tiró los precios y empezó a vender más barato que su competencia, con unos márgenes de mierda.
Espera, porque igual no le salió tan mal.
Las ventas aumentaron un 45% desde su llegada y el bueno de Sam ya se veía con el Lambo y con un par de modelos de OnlyFans en cada brazo.
En 1962, rompió la hucha de cerdito después de años currando y abrió el primer Walmart, su propia cadena de supermercados.
Hoy tienen 11.000 tiendas en 28 países, e igual no te suena porque a España aún no han llegado, pero me comentan que Juan Roig tiene el culo algo apretao’ ya.
Aunque llevan más de 50 años operando en la bolsa americana, la familia Walton todavía tiene el 48% de las acciones de Walmart y es la familia más rica del mundo según Forbes.
Tirando unas matemáticas como víctima de la LOGSE que soy, si Walmart vale 422.8 billones de pavos americanos, la familia posee 202.94, billones también.
La gráfica que tienes arriba muestra que, quien metiera 1.000€ en Walmart en 1982, en vez en porros o en entradas para ver el Mundial de Naranjito, hoy tiene 1.427.272, de pavos también.
Para ponerte en perspectiva, hoy en España, ganar 1.000€ se considera un logro de la socialdemocracia.
Y aquí viene lo que habías venido a buscar, que no es una depresión de caballo por haberte perdido lo de Walmart, por el Mundial de Naranjito ni por seguir creyendo que el socialismo funciona.
(Incluye una sugerencia muy potente si aspiras a ganar mucho más de 1.000€)
Una de las herederas vivas de tantos billones de pavos es Nancy Walton, sobrina de Sam Walton, y cuyo padre, James Bud Walton, fue cofundador de Walmart.
La buena de Nancy tiene un patrimonio de 9 billones. Con B.
Pues ojo…
La tía se ha paseado con un yate de 300 millones de pavos por Calpe, ha fondeado frente al Peñón y se ha dado una vuelta por las tiendas de una de estas playas.
Y ya te puedes imaginar…
Donde cagan ella y su tripulación es más grande que mi salón y el tuyo juntos.
El bicho tiene gimnasio, spa, y se rumorea que hasta un acuario dentro del propio barco.
Me gustaría habérselo preguntado.
Face to face.
Verás…
Lo del yate fue trending topic en el pueblo. Mi abuela ya no hablaba del moreno de barba de la serie turca, sino que sabía de anclas, nudos, motores, timones y pumbas.
Mi muro de Facebook no iba a ser menos, y perdí 5 valiosos minutos leyendo comentarios lamentables, desde que tenían que multarla por fondear en una zona con algas, cobrarle una tasa por «contaminación visual» hasta solicitar un estudio al Ministerio de Medio Ambiente sobre el dióxido de carbono que emite el motor.
Pero a nadie se le ocurrió coger una tabla de paddle surf, acercarse al bicharraco y preguntarle a la buena de Nancy:
–Oye, ¿cómo has conseguido todo esto?
De no ser tan lento, ni tan necio, ni tan despistado que acabo de caer, le habría pedido a Nancy que me contratara como el nº 41 de su tripulación, para hacerle café por las mañanas o limpiarle la taza del váter.
Para llevarle la bolsa de la compra, o llevarla a caballito.
Un día, una semana, un año de conversación con esa mujer y las posibilidades que se te abren, que quizá surjan de un ey, me ofrezco a llevarte a la pedicura y no pido nada a cambio te disparan adonde nadie llega.
Por eso estás leyendo un newsletter que se llama Cojones e intuición, porque son los tres ingredientes imprescindibles para que todo esto tenga sentido.
A mí me ha sobrado intuición, pero me han faltado los cojones, o igual es que me he despistao’.
Ahora escribo esto para hacerme mala sangre, para decirme que sólo fallas los tiros que no intentas.
Que duele más el arrepentimiento que una picadura de medusa o el sonido de la hélice de un barco rozando tu nuca.
Que me voy a levantar por las mañanas, voy a mirar por el balcón como la prometida que espera al legionario o como tú esperabas a ese amor de verano.
Como vuelva Nancy Walton, o cualquiera, con yate o helicóptero, voy a estar ahí, y después te lo contaré desde la habitación de invitados.
Y si te vas a presentar, más te vale remar más rápido que yo.