Contra Taleb, el máster de 50K en ESADE y los consejos de tus padres
Decía Revólver: «Cuando al fin sé como funciona el juego, se me acaban las monedas. Ironías de vivir».
Un día le pregunté a mi padre de qué se arrepiente en su vida.
–Lo haría todo diferente– me dijo.
«No jodas». No lo entendía. En 50 años, todo mal. No puede ser, pero ahora lo entiendo. Estudiar. Ir a la universidad. 4 años. Luego dos de máster. Cuántas cosas se pueden hacer en seis años. Me tiro de los pelos.
También dicen que los hijos queremos ver el mundo de nuestros padres arder. Por eso los hijos de cayetanos se meten coca y se hacen rastas. Cuando eres rico puedes hacer lo que te salga de los cojones. Los de los obreros se apuntan al club de debate. Pasan de discutir a puños a hablar bonito. De obreros y ricos hablaré más abajo.
Digo dicen porque mis fuentes son inexactas. Se lo escuché o leí a alguien y no recuerdo de a quién. Puede ser un filósofo estoico del 433 a.C. o un random de Twitter con la foto del huevo.
Toca bronca con padres. Me leen ambos. Y no me avisaron de que la universidad no merecía tanto la pena. Arde su mundo, y el mío. Y quizá el tuyo. Toca enfrentarse al posiblemente mejor filósofo económico contemporáneo.
¿Que no hay huevos? Sujétame el agua con gas.
Ahórrate seis años
Puede que ya sea tarde. Puede que ya estés en la universidad o se te haya pasado volando. Ya somos dos los borrachos de nostalgia. Dicen que no tienes que pasar por la universidad, que es la universidad la que tiene que pasar por ti. Bullshit. Yo digo que no hay que ir. Nuestros padres tenían la educación como ascensor social. De ferreteros pedaleando 20 kilómetros al día para cambiar persianas a abogados y de albañiles andando al pueblo de al lado a construir casas a gestores administrativos, gracias a la universidad. Ahora vives, cobras y trabajas peor que tus padres.
El máster más caro sustituye al expediente académico, que es papel fumado. Por lo de los contactos. El rico trabajará doce horas al día por 1.500€ en algún despacho de una Big Four para pagarse las rayas y las botellas con bengalas en Teatro Barceló y el pobre lo hará por 900€ en la cafetería del barrio. Y puff cuando llega la factura de la luz. Máster de 50K en la mejor escuela de negocios y vivienda habitual hipotecada para que tu hijo se pire a otro país a trabajar de camarero en un hotel. Haberlos, haylos, y los conozco de cerca.
No sé hasta qué punto renta la universidad. Los títulos, hasta ninguno. Para medirse las pollas en LinkedIn. Mejor haz un FP de jardinería, tauromaquia o costura. O no, que es machista. Cuando se me rompa una camisa y me falte mi abuela, verás qué risa. A ver quién le pone perspectiva de género al botón que me falte.
En los cuatro años de universidad, seis si haces posgrado, podría haberme hecho millonario. Podría haber aprendido cosas mucho más lucrativas que estudiar un Código Penal que va a acabar siendo destrozado por una cajera de supermercado bajándole las penas a los violadores. Cualquiera dirige un país. Comprar barato, vender caro, o vender, o hacer publicidad, o abrir un negocio, o montar webs, o montar placas solares, o abrir puertas con un golpe de codo y un soplido, o comprar Bitcoin en 2015, o licencias de VTC en 2013 a 10€, o invertir en bolsa, o hacerme un canal de YouTube, o escribir un blog-newsletter diciendo por qué no hay que ir a la universidad. Al final, si soy rico no es por la universidad, es a pesar de ella. A los 25 ya no puedo serlo, cuando llegue a los 30 te cuento qué tal.
Me molan los impuestos. O sea, no me malinterpretes. Me mola saber cómo pagar menos y que un tribunal me lo ampare. Derecho Tributario I y II me enseñaron a odiar fórmulas, fechas y porcentajes. No quiero saber cómo calcular una base imponible que puedo sacar con Excel, quiero saber cómo montarme una empresa con sede en las Islas Caimán. Si me saca una artículo El País diciendo que soy un cabrón insolidario, música para mis oídos.
Me da igual que mi hijo se gradúe. Cortar un tronco, ordeñar una vaca, despiezar un pollo, poner cemento y ladrillo, boxear. Utilidad. El hombre contemporáneo sería discapacitado hace 50 años.
Hay que ir a fiestas (o no)
Dice Taleb que antes de los 20 tienes que exponerte a cosas random, a fenómenos inesperados y a la incertidumbre. Podría refutar a Taleb, de hecho, lo voy a hacer. La única incertidumbre que hay en una fiesta es que te caiga una botella en la cabeza, que te lleves una hostia o que te pilles por una tía a la que no vas a ver jamás en tu vida. Y te denuncie. Le dedicarás estaba buscándome en un pary sin señal, estoy perdido en el club buscando donde respirar.
Los alfas no salimos salen de fiesta, prefieren llegar a casa y tener a alguien esperándolos para contarle la hostia que ha sido el día y cómo de la hostia será mañana, poniendo cualquier excusa para hacer una receta fit o visitar un pueblo perdido de la sierra. Llámame anticuado, Taleb.
–Anticuado.
–Calvo.
No fui a muchas fiestas, pero en ellas se estrechan lazos. Cuando tu colega te dice que esa tía de allí lo está mirando mucho (no se lo cree ni él) o te lo llevas a dormir a tu casa porque si lo ve su madre le mete un zapatillazo que le provoca cuarentena. Con 20 no está mal, te destrozas un poco los órganos vitales y te quitas años de vida. Bueno. Si con 25 o 30 estás igual, amigue, suerte en la vida.
Me gusta ir a fiestas para apalancarme pensando en lo bien que estoy no saliendo ni bebiendo. “Me han robado el abrigo con las llaves de casa dentro”. Expectativas altas y no saber dónde te metes.
Échate novia
La más tóxica que haya, que te la líe por cualquier cosa. No puedes llegar a los 25 sin haber pasado por una ruptura jodida. No puedes. Me da igual lo de las etapas, los tiempos de cada uno y que tú vas a tu ritmo. Vas tarde. ¿Vas a ser padre con 40? Yo no, lo serás tú. Yo quiero disfrutar de mis hijos siendo joven y apuesto. Esta loca del coño te enseñará a valorar la tranquilidad y las buenas relaciones. Aunque las mujeres tienen todas mentalidad de niñas de 3 años cuando discuten. Fíjate en tu abuela, tu madre o tu hermana adolescente. Son iguales. Luego verás la vida de otra forma y serás bastante más feliz.
Obligatorio Erasmus (si estás en la universidad)
Sin pareja. No estáis para sufrir. Pero no un año, dos. Sácate la carrera haciendo exámenes del nivel del Cuadernillo Rubio de caligrafía, uniendo con flechas y rellenando huecos. Tres años si puedes. No sé cuántos se pueden, no hice Erasmus. Estaba con mi fútbol y mis tonterías.
Elige un país mediterráneo con buen clima, cultura y gastronomía. Florencia estaría bien. Atenas, quizá. Evita los países anglosajones. No vas a hablar inglés, te vas a juntar con españoles. Si no sabes inglés, el Erasmus es el peor sitio para intentar aprenderlo. Conozco a gente que se fue a Irlanda a aprender inglés y volvió hablando peor. Foco equivocado, pero de eso hablamos otro día.
Busca prácticas desde primero de carrera
«Buenas. Soy un estudiante de primero de X. Tengo 0 experiencia y conocimiento, pero quiero que me explotes y así aprender. Estoy libre por las tardes».
En 6 meses sabrás más sobre tu nicho o carrera o materia o profesión o asignaturas que los de último año o que el catedrático. No voy a desarrollar cosas obvias.
Lee como un cabrón
Antes cerrabas discomóviles, ahora cierras bibliotecas. Tienes tiempo libre. ¿Que no? Cuando cumplas 25 y empieces en el mundo laboral (si tienes suerte), me cuentas. Cópiate. Es tremendamente fácil. Hay métodos muy antiguos e irán patentando otros nuevos. Vives en España, el país del ingenio.
Pide una copia de la llave. Qué más da, te confundirán con el conserje. Llegarás tú antes que el periódico y te cabrearás. Ese he sido yo, no me escondo. Te tocará pedírselo al listo de turno que ha llegado a las 11 y te lo ha quitado por haberte puesto a subrayar cuando aún no sabes ni la fecha del examen (firmado: nadie).
Elige un nicho y léete hasta los posts de forocoches sobre el tema. En 3 meses serás casi un experto en eso. Al menos sabrás más que el 99% de la gente sobre ese tema.
Úsalos bien
Cuida estos consejos. Si estás en la universidad, aplícalos. Si ya no estás en edad, aplícalos igual. Urgentemente, que vas un poco tarde. Guárdalos como oro en paño y légaselos a tus hijos, aunque tú y ellos se equivocarán, se darán cuenta años después e intentarán aconsejar a tus nietos sin éxito. Porque esto de la vida lo pillas una vez se acaba. Y esa es la gracia. La ironía de vivir.
PD1: No sé si existe «légaselos».
PD2: Lo de Revólver. Me la puso mi padre de pequeño y la rescato ahora.