Buencha
Soy un tipo tranquilo.
Me acuesto pronto, luz roja, una vela, un libro y tapones. Por eso igual a la quinta alarma aún no me he despertado.
Me molestan los ladridos de los perros, los lametones ya ni hablamos, que abran la puerta sin llamar, que se asomen a la pantalla del ordenador a ver qué hago como acaba de hacer mi madre, el PP, que me hablen durante el desayuno y que me cambien una canción a medias.
El niño que tengo detrás pegándole patadas al asiento y su padre que no le dice nada, a esos dos les arrancaba la cabeza, el banner de las cookies, el autotune de Quevedo (canta bien, joder), que un francés juegue en la Selección Española y un camión adelantando a otro en la autopista a 90 km/h.
Conducir me mola. Es el único momento en que tolero escuchar las frases de cuñado de Jordi Wild y cuando más pajas mentales me hago.
No me mola compartir mundo con los que conducen siempre por la izquierda a 100 km/h que me obligan a adelantar por la derecha. Me dan ganas de lanzarles el manual de la autoescuela que nunca abrí, que acabo de ver y veremos si alguien me lo compra en Wallapop.
Ojalá fueran los coches de coche, me lo pasaría bien. Como cuando iba con los colegas a chocarle a las chicas guapas. Hay más ciencia ahí que en National Geographic. También son una metáfora del éxito de mis técnicas de cortejo.
Los ceda el paso también me molestan, o los que se paran en medio de la raya que no saben ni salen, se quedan o echan marcha atrás.
Cuando veo a estos, me paro en seco:
–Ánimo, campeón. Sal que no tengo todo el día.
Le hago largas 50 veces, mi coche parece la cabina del dj de Teatro Barceló. Si es de día, les lanzo un plátano a lo Mario Kart o un cóctel molotov, lo primero que pille en la guantera.
El coche sale y yo me siento como cuando mi hijo se suba a la bicicleta sin pegarse un trompazo. Ya lo visualizo. Tiene que ser algo así. El reloj biológico. Beni Jr no usará ruedines.
El conductor me da las gracias encendiendo los cuatro intermitentes. Como cuando le pones tu peor cara al bebé de la cola del Mercadona y te devuelve un llanto.
Los humanos inventamos el fuego, la rueda, los coches, a Fernando Alonso y el lenguaje lumínico de los coches.
La felicidad no la inventamos, ni sabemos dónde está, probablemente dure máximo 5 minutos o lo que tardes en olvidar las tonterías que hacías en el instituto cuando pensabas que ser mayor iba a ser la polla.
Yo soy más fácil. Dejando pasar a un coche en un ceda el paso y que éste me lo agradezca, soy bastante feliz por ser tan buen chaval.
Luego pienso que tengo que escribir sobre ello y que esta historia de mierda merece la pena ser contada, y que ser eso, buencha, no cuesta nada y hace mucho.