🧞♂️Máster Tortillas: Cómo darle la vuelta a una reseña negativa para ganar autoridad y afianzar tu marca
Un día de marzo de este año hacía solazo, el barrio estaba lleno de gente por una carrera de runners y la terraza de mi chiringo de fritangas rebosaba gentío, alegría y cerveza.
La facturación de esa mañana, en dos horas, fue la mayor desde diciembre.
Cuando ya estaba recogiendo y preparándome para barrer y fregar el suelo, una notificación sonó en mi móvil.
Era una reseña.
Esta:
Esta ha sido y es, hasta el momento, mi única reseña negativa en 5 meses de historia de fritanganeo.
Dolió como patada en los cojones.
Me extrañó bastante, porque Ramón se pidió dos raciones de cazón en adobo. O sea, primero una y luego otra. Repitió.
Es lo que tiene tener un bar pequeño, que te quedas con las caras.
A mí, si me ponen una mierda y no me gusta, no me pido otra mierda y me regocijo en ella como las moscas, pero se ve que Ramón tiene complejo de escarabajo pelotero.
A Ramón lo encontré en Facebook, y allí confirmé su careto y que, efectivamente, era runner. O sea que, por las circunstancias y su fealdad, era él.
El negocio promedio español habría contestado algo así: «OH, ALABADO RAMÓN, sentimos mucho que tu experiencia no haya sido satisfactoria. Nos esforzamos cada día por ofrecerte lo mejor. Lo lamentamos y esperamos que nos puedas dar otra oportunidad en el futuro».
Sólo te falta pedirle que no viole a tu madre y que deje de apretar tus garganta con su rodilla, y de escupirte en la cara.
Que no, joder, que no.
Que lo de que el cliente siempre tiene la razón es la mayor inventada y gilipollez de la historia de los negocios.
La que siempre tiene la razón es mi novia, hasta cuando no la tiene, que sí la tiene.
El cliente no es tu mujer. El cliente tiene razón cuando la tiene. Cuando no, se va a tomar por culo.
Un amigo, que tiene un bar en Triana, Sevilla, despidió a dos camareros por recibir una reseña negativa en la que una clienta se quejaba de que pasaban delante de su careto y no la atendían.
Le dio su teléfono personal para que se pusiera en contacto, la clienta lo llamó y le dijo que los había despedido, que, por favor, borrara la reseña y que estaba invitada a comer cuando volviera.
Ahí el cliente sí que tiene la razón.
Pero cuando el cliente se queja por pagar 6,5€ de cazón en adobo por un CUCURUCHO PEQUEÑO y obtiene un CUCURUCHO PEQUEÑO, es un hijo de puta, rata inmunda, animal rastrero.
Punto.
Y lo mejor es que no vuelva a acercarse por tu negocio ni en pintura. Y si puedes y no te ve nadie, le das un patadón en el culo a modo de despedida.
Que levantar un negocio cuesta horas, días, noches, meses, años, lustros y décadas para que un soplapollas venga a reventártelo y encima tú te arrodilles dando vergüenza ajena.
Una vez soltada esta bilis, la respuesta que le di a este menda en las reseñas de Google fue de una masterclass absoluta.
Me metí un poco en mi papel de abogado, me inventé un organismo legal ficticio y me eché unas risas.
Luego lo subí a Instagram y se me viralizó un poco. A mis seguidores les hizo gracia, yo gané autoridad porque demostré que me importa un cojón en vinagre lo que me digan los haters e hice ver que Mequetrefe es un negocio distinto.
Tú puedes aplicar esta actitud en tus negocios, en la vida y en lo que quieras.
También puedes contestar así, justo como nadie lo hace, en vez de ser un pusilánime monje de la bondad y la caridad.
Así es mi marca y contesté en consecuencia.
Te la dejo aquí abajo y ya me dices qué te parece, y si estudiarías oposiciones para el nuevo organismo mundial que me he inventado.
Que le den al runner 🤘
Es la mejor estrategia que he encontrado para contestar a haters. Te da contenido gratis con posibilidades de viralización. Jajajajaja.